viernes, 8 de junio de 2007

EL PAPA Y EL CAPITALISMO

El nuevo libro del Papa critica al capitalismo”, dijo la Associated Press. Hablaba de Jesús de Nazaret, el libro de gran venta que Benedicto XVI empezó a escribir antes de ser elegido Papa. Ahora es una gran noticia y se vende por millones.
El Boston Globe, MSNBC, Fox News, Miami Herald y un centenar de otros medios repitieron eso, que el libro ataca al capitalismo. Fue reportado que el Papa dijo que el capitalismo es cruel con las personas. Al leer esas historias, mi primera reacción fue: ¿qué es lo que aquí se entiende por capitalismo? Si por capitalismo se entiende un sistema por el que las elites son dueñas de la riqueza y los pobres están en condiciones serviles, sí, eso suena cruel. Pero si significa economía libre, la cosa es otra muy distinta. La economía libre (usted puede llamarla capitalismo si quiere) ha sido la fuente primera de liberación de los pobres en todo el mundo
Sólo necesitamos ver los últimos 10 años en China, Europa del este y Asia, para ver cómo la economía libre ha elevado expectativas de vida, reducido mortalidad infantil, aumentado salud general y alimentado a millones en formas que hubieran sido inimaginables bajo sistemas de economías controladas. La economía libre es un sistema de soporte de vida para todo el mundo.
¿Podía Benedicto XVI diferir de las enseñanzas de Juan Pablo II que la libertad económica es una parte de un más grande sistema de libertades y derechos que abraza la Iglesia? Qué sorpresa me esperaba entonces cuando recibí el libro. No es un libro sobre política, economía, ni nada de lo que usualmente interesa a la prensa. Es una refinada reflexión moral y teológica. Su tema es Jesús. Increíblemente, jamás usa la palabra “capitalismo”.
Al principio del libro, su autor aclara algo que parece ser difícil de comprender para la mente secular. Es un hecho sugerido en la manera en la que es identificado el autor en las ediciones italiana e inglesa: arriba de la portada en pequeñas letras se le identifica sencillamente como “Joseph Ratzinger”. Abajo, en letras mucho más grandes se encuentra un nombre muy conocido: Papa Benedicto XVI.Después de delinear el alcance de su examen, el que emerge “después de un largo camino interior”, se hace una distinción en la conclusión de la introducción. Escribe:“Necesito estar seguro de expresamente decir que este libro no es de forma alguna una acción del magisterio, sino una expresión única de mi investigación personal de la cara de Dios (cf. Salmo 27:8). Por tanto, cualquiera es libre de contradecirme. Sólo pido a mis lectores una expectativa de simpatía sin la que no puede haber comprensión”.
Un lector secular dirá que de seguro él está en libertad de no estar de acuerdo, mientras que para el fiel católico, un acto oficial de la autoridad de enseñanza de la Iglesia es algo que debe tomarse con sumisión leal de voluntad e intelecto. Sabiendo esto, Ratzinger aclara que este libro no implica autoridad magisterial. Llegamos a continuación a la sección del libro que ha causado amplios comentarios en algunos medios. Nicole Winfield de la AP lo puso así: “El Papa Benedicto XVI ofrece una meditación personal sobre la vida y las enseñanzas de Jesucristo en su primer libro como pontífice, criticando la ‘crueldad’ de la explotación capitalista de los pobres y también denunciando la ausencia de Dios en el marxismo”.
¿Qué dice en realidad el libro?
Mientras que Ratzinger sí explícitamente critica la noción de alienación de Karl Marx, la palabra “capitalismo” nunca aparece en el texto.Lo que sí aparece es una meditación moral retadora acerca de la solidaridad humana y la centralidad de Dios en la vida humana, incluyendo la ayuda a los pobres
Todo esto ocurre en el curso de la discusión del autor sobre el Buen Samaritano. Esta es mi traducción del italiano:
“La vigencia de la parábola es obvia. Si la aplicamos a las dimensiones de una sociedad globalizada, vemos cómo la población de África, que se encuentra ella misma robada y saqueada, es de relevancia personal para nosotros. Así vemos qué cerca están de nosotros; también vemos que nuestro estilo de vida, la historia en la que estamos también envueltos, los ha privado y continúa haciéndolo. En esto, por encima de todo, está comprendido el hecho de que los hemos herido espiritualmente. En lugar de darles a Dios, el Dios cerca de nosotros en Cristo, y por eso dando la bienvenida a todos lo que es grande y precioso de sus tradiciones y llevándolo a su logro, los hemos conducido al cinismo de un mundo sin Dios en el que sólo cuentan el dinero y el poder. Hemos destruido los criterios morales de manera que la corrupción y la voluntad de poder, sin escrúpulos, se hacen algo obvio. Y esto no es sólo de África.“Sí, debemos dar ayuda material y tenemos que examinar nuestra forma de vida. pero siempre daremos muy poco si es que todo lo que damos es material. ¿Y no somos también nosotros hombres saqueados y martirizados? Las víctimas de drogas, de tráfico humano, de turismo sexual, gente destruida en su interior, que están vacías aún cuando rodeadas de abundancia de bienes materiales...”
No hay aquí mención de economía, política, ni de programas específicos de redistribución, mucho menos alguna crítica de la economía libre.
Si Ratzinger quiere decir en este pasaje que los pobres de África son empobrecidos por nuestra riqueza, eso sería una aseveración que podría ser comprobada por los hechos —y nada de eso alteraría su autoridad como Papa, o como enseñanza social católica como tal.
Pero no creo que ése sea su punto, incluso aunque se encuentre en la agenda de periodistas y editorialistas. Los escritos de Ratzinger son asombrosos de claros y nada ambiguos. Esto es una reflexión espiritual explícita sobre nuestra disposición interior hacia aquellos que son “prójimos” nuestros y para los que tenemos alguna responsabilidad moral —no una perorata económica.Nos está llamando a atender a los pobres en toda manera posible: material y espiritual.
La ciencia económica nos informa que la economía libre es el mejor posible cimiento para el crecimiento de la riqueza. Pero después de eso, más se requiere de todo sistema de organización económica. Aquí es donde la vida de Cristo nos informa como individuos y como sociedades. La familia humana necesita escuchar lo que el Papa tiene que decir, sin filtros por parte de los muy politizados y a menudo profundamente inexactos reportes de los periodistas en busca de encabezados.